lunes, 9 de septiembre de 2013

GRACIAS Y DESGRACIAS DEL OJO DEL CULO de FRANCISCO DE QUEVEDO Y VILLEGAS y DEFENSA DEL PEDO de MANUEL MARTÍ


Quiso la fortuna que de regreso de tierras gallegas  parásemos a pernoctar en Urueña, singular localidad vallisoletana famosa por poseer el ilustre título de Villa de los Libros, en la que a resguardo de sus murallas el silencio es interrumpido sólo por el zumbido pertinaz de sus imperiales moscas castellanas. Y como la ocasión la pintan calva y los habitantes de Urueña pueden presumir de que pese a su reducido tamaño (de la villa, no de los carrasqueños, que así se hacen llamar los naturales de esta noble localidad y cuyos tamaños son variados) tienen la nada despreciable cantidad de doce librerías a su disposición, mi esposa y yo resolvimos pasearnos a la caza de algún ejemplar. Y hete aquí que en la vitrina de la primera librería (y única, que no son muy de madrugar en esta villa) con la que nos topamos descansaba un librito que apenas excedía el tamaño de uno de esos teléfonos móviles con pantalla táctil y acceso ininterrumpido a la red de redes, hijos del progreso tecnológico y causantes del retroceso intelectual de más de un parroquiano, que ya son muchos los que empiezan a olvidar cómo comunicarse con sus semejantes si no es a base de pulsar unas teclitas hechas en exclusiva para dedos de infantes y damiselas de delicadas manos poco acostumbradas al trabajo. Pues bien, (y voy de una vez al grano, que ya habrán olvidado vuestras mercedes el motivo de esta disertación con tanta digresión) en la portada de susodicho librito podía leerse el siguiente título: Gracias y desgracias del ojo del culo de D. Francisco de Quevedo y Villegas, prometiendo además que en su interior se hallaba la Defensa del pedo de D. Manuel Martí. Como imaginarán aquellos que conocen mi devoción por el padre del conceptismo y mi famoso gusto por lo obsceno, me lancé al interior del local a fin de adquirir semejante joya.

Esta obra de Quevedo pasa por ser una apología y una defensa del culo y de su orificio de salida dirigida a doña Juana Mucha, Montón de Carne, mujer gorda por arrobas, y dice ser escrita por Juan Lamas el del Camisón Cagado. Lleno de sátira y juegos de palabras, esta obra es una muestra más del ingenio de Quevedo, que al gusto por el adorno vacuo y el lenguaje recargado propio del gongorismo contestaba con humor irreverente, demostrando que la creación literaria puede también tener un marcado componente lúdico y un claro objetivo de diversión.

En cuanto a Defensa del pedo hay que decir que se trata de una traducción a lengua vernácula del original de Manuel Martí, escrito en latín, en la que, como reza en el título, se hace una encendida defensa histórica y fisiológica de una acción tan denostada como necesaria y ancestral, recordándonos que el pedo es más antiguo incluso que el lenguaje.

En definitiva, un ejemplar indispensable en cualquier buena biblioteca que se precie.

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