lunes, 27 de noviembre de 2017

NUESTRA ORILLA SALVAJE de ROSARIO TRONCOSO

Tres años después de Transparente, Rosario Troncoso y La isla de Siltolá vuelven a encontrarse en Nuestra orilla salvaje, un poemario en el que la poeta gaditana reflexiona sobre el paso del tiempo, inexorable ahora que “apenas conservamos los últimos fragmentos de la infancia”, ahora que queda “la juventud bien lejos”. La orilla salvaje se ve engullida por “ese río oscuro” y “…los nombres se hacen de arena/ y las palabras humo”. “No hay eternidades”. “Hemos dejado de ser niños/ se impone la verdad como un cuchillo”. Y aunque la poeta a veces busca “…puertas secreteas/ que se abren al pasado”, “Con la edad es más grave/ el exceso de invierno”. “Todo sigue su curso”. Caen los cumpleaños, “cicatrices adrede”. “La anestesia es el muñón”. Es el “Olvido selectivo”. No sólo nosotros acusamos la desmemoria. “Las esquinas ya no nos recuerdan”. Tal vez porque “En la acera ya no quedan abrazos”. Pero no importa porque “tampoco en ese abrazo/se logra nada contra el tiempo”.

La vida nos cambia. “Después del sueño lento de la crisálida… “Se desprenden los puntos de sutura”. Los cambios pueden alejarnos de lo que quisimos, de lo que fue importante: “Ya no te entiendo. / Has cambiado de idioma/ o de perfume”. “El dolor ya no desaparece”. Aunque poco importa si “El futuro está sembrado en asfalto”. Siempre es “Mucho mejor morir/ en el turno siguiente”. 

sábado, 13 de mayo de 2017

Egolatría

Egolatría es un relato paródico escrito desde la irreverencia consustancial a su autor. Un viaje delirante por el espacio y por el tiempo, también por los libros, en el que los límites entre la historia y la ficción se difuminan. Esta revisión humorística e ingeniosa de El corazón de las tinieblas nos concita múltiples interrogantes. ¿Fue Sócrates el padre involuntario de una secta que dio como resultado la herejía cátara? ¿Está relacionada la renuncia al papado de Ratzinger con un combate entre defensores de la procreación y paladines del autoerotismo? ¿Qué mensaje esconde el techo de la Capilla Sixtina? ¿Qué tiene que ver la Estatua de la Libertad con el onanismo?
                                                                                                                                                             Jesús Barroso

El padre Mármol recibe el encargo de encontrar a Cruz, un sacerdote conspiranoicoque ha desaparecido misteriosamente junto a una joven amiga. Acompañado de su ayudante Sánchez, un chófer socarrón, Mármol se embarca en su búsqueda, guiado por un manuscrito en el que se desvela la existencia de una conjura que lleva persiguiendo la extinción de la humanidad desde la Antigua Grecia hasta nuestros días.

martes, 28 de febrero de 2017

Andalucía, la que divierte


Hoy es el Día de Andalucía. Una conmemoración cada año menos sentida, que apenas sirve para darnos golpes de pecho y para que saquen idem nuestros políticos mientras se cuelgan sus medallas de latón con las que nos recuerdan sus raquíticos méritos, al tiempo que ocultan sus muchos deméritos tras su falso brillo.
En buena medida, Andalucía sigue siendo esa que divierte a la que cantaba Pepe Suero. Y la excusa no puede ser ya el olvido desde Madrid ni el desprecio desde Barcelona. Somos, a menudo, nosotros mismos y nuestras instituciones los que proyectamos esa imagen de pandereta, jarana y chiste fácil. Sí, nuestros políticos (en eso no nos diferenciamos del resto de comunidades autónomas) son incompetentes, aprovechados y zascandiles, pero no echemos balones fuera. Mucha de la culpa de nuestro atraso en materia de empleo, cultura, desarrollo y un largo etcétera, al que cada cual puede añadir sustantivos al gusto, la sustenta el conformismo cómplice de los ciudadanos de a pie, con nuestro chovinismo del "como aquí no se vive en ningún sitio" y el sinsentido provinciano de la rivalidad cainita entre capitales.
A estas alturas, Andalucía debiera ser bastante más que el soleado reclamo turístico de sus playas y sus fiestas. Bien está que un pueblo conserve sus tradiciones, pero eso no justifica que todo el panorama cultural y buena parte de su economía dependan exclusivamente de ellas. Ya es hora de que los andaluces nos levantemos y pidamos ser lo que nunca fuimos. Pero, para eso, no podemos limitarnos a protestar en las coplillas de carnaval. Nos sobra salero y nos falta vehemencia. No estaría de más que reserváramos la vocación de penitentes para la Semana Santa y vistiéramos otros hábitos menos sumisos el resto del año. Porque, reconozcámoslo, puede que ya los terratenientes no sean los únicos que van a caballo en las ferias y romerías de nuestra geografía. Pero disfrazarnos de señoritos a base de gomina y zapatos castellanos no es más que una ilusión óptica que no nos sacará de nuestra condición de  plebe.
En nuestras manos está que nuestra tierra proyecte una imagen distinta. Dicho de otro modo, que para que en el resto de España se sepa que Andalucía no cabe en un anuncio de cerveza cargado de tópicos, somos  los andaluces los que tenemos que dejar de creerlo.