domingo, 26 de febrero de 2012

DON JUAN TENORIO versus EL BURLADOR DE SEVILLA


Si José Zorrilla hubiera publicado su celebérrima obra de teatro en nuestros días, seguramente, le habrían llovido las denuncias por plagio. No en balde, hay un número muy elevado de autores (algunos tan notables como Molière o Lord Byron) que trataron con anterioridad el mito de don Juan. Por no hablar de la legión de escritores que volvieron a él posteriormente.
Supuestamente, el personaje nace en El burlador de Sevilla y convidado de piedra, publicado por Tirso de Molina en 1630, 144 años antes del “remake” de Zorrilla. Aunque hay fuentes que apuntan todavía más atrás, al año 1617, como la fecha de la primera aparición del mito del burlador de mujeres, en Tan largo me lo fiáis de Andrés Claramonte, dramaturgo al que algunos investigadores atribuyen la verdadera autoría de El burlador de Sevilla y convidado de piedra. Otros, en cambio, indican que el arquetipo proviene de una obra anterior, supuestamente escrita por el propio Tirso de Molina entre 1612 y 1625.
No obstante, no es la falta de originalidad el mayor defecto del que adolece el Tenorio de Zorrilla. En la versión de Tirso (suponiendo que finalmente sea él el autor) don Juan representa la ruptura absoluta de todas las normas preestablecidas. Para él la vida es sólo juego y disfrute, el aquí y el ahora. Don Juan transgrede tanto la moral religiosa como la justicia humana, en una búsqueda egoísta y amoral de la libertad absoluta. A pesar de lo cual (o precisamente por ello), este dionisíaco (casi satánico) personaje despierta las simpatías del lector, sin importar realmente que sea el villano de la historia.
Por esta razón, la obra de Tirso resulta más coherente que la de Zorrilla. En la primera, don Juan acaba irremediablemente abrasado por el fuego del infierno, lo que no le impide mantener su actitud desafiante hasta el momento mismo de su condenación eterna. Por el contrario (y ahí reside su desventaja), la obra de José Zorrilla nos presenta una versión edulcorada del mito. Don Juan, en un acto de contrición muy del gusto de la moral católica, se arrepiente justo antes de morir. El burlador de mujeres es redimido por amor; por el amor más allá de lo terrenal de doña Inés. En pos del final feliz, tan hollywoodiense, Zorrilla sacrifica el carácter transgresor, no exento de gallardía, que ha hecho de don Juan un mito literario capaz de traspasar las fronteras culturales del tiempo y el espacio.
Si el lector quiere adentrarse en el mito de don Juan, bien haría primero en leerse la obra de Tirso de Molina, no sólo por ser la original, sino también por el indudable valor literario de la misma.

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