Novela enmarcada en el género de terror gótico, se dice que la idea germinó
en una noche de farra (sin descartar el uso de narcóticos) en casa de Lord
Byron en Suiza, en la que los presentes, jóvenes literatos románticos
aficionados a la melancolía y tendentes al suicidio (que nunca llevaban a cabo
sin antes habernos legado al menos una obra con la que darnos el coñazo) se dedicaron
a contar historias de terror cual infantes alrededor del fuego en mitad del
bosque. Poco después, la buena de Mary se decidió a escribir el relato con
ayuda de su marido, el escritor Percy Bysshe Shelley (se ve que sola no sabía).
Tras esta novelita, aparentemente inocua, se esconde un duro alegato contra
la ciencia y la investigación médica, a favor de una fe que se ve amenazada por
los avances tecnológicos y por un hombre cada vez más poderosos que osa tomar
el papel de demiurgo, desafiando al Creador (el visto bueno del Vaticano está
garantizado). Todo ello aderezado con una prosa farragosa y llena de
germanismos (tan del gusto romántico).
Sin duda, el director de cine James Whale hizo más en dos películas para
que el monstruo perdurara en la mente de todos nosotros, que su autora,
que habría sido justamente olvidada de no ser por su “monstruito”, engendro,
horrendo ser, criatura, horrendo huésped… (Mary Shelley no se guarda nada para
otra novela, excepto ponerle nombre cualquier cosa valía).
critica cruel
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