lunes, 23 de febrero de 2015

CUARENTENA de BRAULIO ORTIZ POOLE

Una vez alcanzados los cuarenta, esa edad a medio camino entre lo que fuimos y lo que seremos, parece inevitable hacer inventario y dibujar esa franja invisible que nos divide en dos hemisferios igualmente verdaderos, e idénticos también en su falsedad. Ya es demasiado tarde para volver a empezar. Todavía es demasiado pronto para abandonar. Como nos dice Braulio Ortiz Poole en su recién publicado poemario Cuarentena, ya enzarzado en poesía desde el prólogo: “Te sientes como una iglesia que aún no han construido/ y ya está coronada por el bronce”. El poeta construye un diálogo consigo mismo que, gracias al uso de la segunda persona, se convierte en conversación directa con el lector, que se sumerge en una realidad llena de claroscuros, como en un cuadro de Caravaggio, en la que la amargura y la pérdida se ven compensadas por la luz y el amor. Porque este hemistiquio psicológico que marca la cuarentena sólo es una trampa si nos dejamos atrapar por el pasado, sin mirar al futuro. Hay que seguir caminando, “Antes de que te hiera la nostalgia/ de lo que no conoces”. No es momento de acobardarse, “Un hombre ha de aspirar a lo sublime”.
A veces el amor (única excusa para recuperar brevemente la distinción entre el yo y el tú), aunque sólo sea en verano, nos enseña que “No importa esta edad en la que entro/ mi corazón/ contigo lo he aprendido,/ aún sabe estremecerse,/ tiene los pies descalzos todavía”. Por eso no hay excusa para sentarse a esperar como “si el lenguaje fijara la luz en los espejos”.
Como nos dice el poeta, esta edad tiene su patrimonio, que no es otro que la experiencia. Ahora sabemos que la verdad puede esconderse en una simple naranja que nos lanza un mensaje: “hay que tomar la carne dulce, el jugo,/ del momento que vives”. Porque “…la edad no es una línea recta./ Su lógica se tuerce”. No podemos cimentarlo todo en el recuerdo, “La memoria es a veces una vieja magnolia:/ cuando una flor se seca, se aferra a su elegancia”.

El mensaje final es razonablemente positivo, que no optimista, el del hombre con el signo de lo vivo: “No, no serás un museo de lo muerto”. “No todo se ha acabado./ Hay que buscar un dios para este tiempo”.

lunes, 16 de febrero de 2015

UN SONETO CORTO de MANUEL VALDERRAMA DONAIRE


Yo le ofrecí mi amor en un soneto
y ella me lo aceptó con condiciones.
“¡Que sea corto!”, exigió sin más razones
que faltar a la métrica al respeto.

La miré, no sin agrias intenciones,
y me encontré de repente en un aprieto.
Tantas curvas perfectas son un reto,
inspiración de versos y canciones.

¿No basta por sí sola la hermosura,
que deja a los poetas sin aliento?
¿Necesita una musa la cultura?

Ser tonta no ha de ser impedimento.
Dedico mi soneto a su dulzura,
a la belleza pura, sin talento.

lunes, 9 de febrero de 2015

TRANSPARENTE de ROSARIO TRONCOSO

Editora, docente, articulista, mujer con clara vocación de dinamización cultural, Rosario Troncoso es sobre todo poeta, como demuestra con este Transparente, lleno de poemas cortos como latigazos, retratos en claroscuro en los que la intimidad toma forma de espacio poético. Su sexto poemario está dividido en dos partes. Derribos controlados, la primera, es un retrato intimista con el amor, el desamor y su naturaleza caduca, quizá de ambos, como eje central. Ya no son infalibles las rutas conocidas, la segunda parte, está más apegada a la realidad social. En ella, la poeta se convierte en testigo de un tiempo en el que la desorientación y, de nuevo, la provisionalidad se vuelven protagonistas.
La libertad métrica es el soporte perfecto para un lenguaje sencillo sólo en apariencia, que encierra una trampa de sensaciones para el lector. El paso del tiempo, el amor, la inmediatez de lo cotidiano, la caducidad inevitable, la eterna mudanza del yo y de su propio entorno son algunos de los temas a los que nos enfrentamos en este retrato que se aleja de la pose, que destila sinceridad en cada verso. Rosario nos avisa: “No es natural desaprender a vivir”, pero los nombres son fugaces. Su yo poético no puede ser otro, aunque quisiera ser “una chica…con silencios domesticados”.
La vida no acaba en nosotros, o tal vez, para ser más precisos, acaba también en nosotros. “Todos los que ocurrieron/ ahora son fantasmas”. “Cuando empiezan a morir los amigos” “enferma encontrar restos de verano”. La escritora es testigo de una sociedad que se reinventa casi a diario olvidándose de las personas. “No cesa el desconcierto”, Rosario nos avisa, se nos desordenan las ciudades, crece el caos al ritmo que marcan esos otros, los “portadores de nada, guardianes” de sus “pantanos privados”. El resto, aquellos para los que  “la mediocridad es lo inevitable”, habitamos una realidad en la que “nadie nos enseñó a ser libres”. Solo nos queda un reducto de solidez, “la certeza de que todo se acaba”. “El mundo nos retiene en sus afueras”, por eso tal vez sea verdad que “el olvido es siempre un bien imperfecto”.

domingo, 1 de febrero de 2015

LA VERDADERA HISTORIA DE LA MUERTE DE FRANCISCO FRANCO de MAX AUB

Cuadernos del Vigía recupera este cuento (mitad broma, mitad anhelo) que Max Aub editó en el exilio mexicano en 1960, en cuyo título subyace la idea machadiana de la verdad que se inventa. Es retrato humorístico y satírico, a ratos tierno, de los cafés mexicanos tras la llegada de los exiliados españoles que no pierden la esperanza de la inminente caída del régimen, por más que los años vayan pasando, los acontecimientos históricos se vayan acumulando y la realidad política de España, tozuda, siga dándole la espalda a sus previsiones. 
Las ilustraciones de Antonio Santos completan el tono sarcástico del maestro Aub, un escritor al que relatos como el que nos ocupa nos obliga a reivindicar para la posteridad, por su escritura original, experimental, comprometida, al tiempo que alejada del carácter triste de otros compañeros de escritura y exilio. 
La edición incluye un CD con una grabación de la lectura del cuento realizada por el propio autor.