Cuarta entrega de su proyecto de largo recorrido Fábula, Javier Sánchez Menéndez nos
ofrece en este Mediodía en Kesington Park,
apasionante desde el título, treinta fragmentos de poesía con apariencia de
prosa que, a menudo, se quiere preñada de alejandrinos. Un ejercicio de reflexión
y autoconocimiento, una presentación metapoética de su ideario. Este trabajo
íntimo, personal, maduro, se resiste a ser etiquetado. Es una paleta de colores
en la que los recuerdos y la introspección forjan una visión de la poesía como
un elemento mutable, moldeable al viento de la vida, como lo son las nubes
(“…es una nube alejandrina”) o las dunas (“una duna se mueve como lo hace un
verso, sin premeditación”). El cambio es inherente al acto mismo de escribir.
Por eso la poesía es el prodigio que pone en contacto, a través de las palabras, al
poeta con su propio interior y con su entorno.
Con un lenguaje en apariencia sencillo, en el que la claridad retórica
limita la simbología, el autor defiende una opción estética (“Sin silencio no
hay poesía. Los deseos humanos, y hasta las peticiones, no son literatura”) y
una actitud vital (“Nunca porfío con la vida, le dejo que me espante”) que
ahondan en su búsqueda personal de alcanzar “la virtud de ser hombre y a la vez
una sombra”.
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