Orwell tomó como modelo la despiadada dictadura de
Stalin para construir esta novela futurista en la que el Estado, representado
en la figura del gran dictador “El Gran Hermano” (a Stalin le llamaban en la
URSS “El Padrecito”) cambia acontecimientos históricos dependiendo de sus
intereses bélico-políticos. Los individuos son colectivamente aleccionados, al tiempo
que se les somete a un férreo control tanto de su comportamiento social, como
individual. Y ¡ay! de aquel que se revele, pues será devuelto al redil con un
plan personalizado, para ser finalmente ejecutado.
Un relato inquietante y lúcido, que a buen seguro
todavía hoy día no resulta tan ficticio en algunos lugares del planeta, como
Corea del Norte, China, Siria, Irán, Cuba, y un largo etcétera. ¿O acaso hemos
de mirar más cerca?
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