Admito que tener alas
está lleno de ventajas. No quedarán bien con las camisas, pero no puede negarse
que dan empaque con el torso desnudo o vestido con una armadura. Por no hablar
de las indiscutibles ventajas a la hora de desplazarse. Sin embargo no entiendo
el porqué de esta inexplicable lisura en las ingles a la que estamos condenados
los ángeles cuando el resto de criaturas hace gala de su sexo. Unos son más
grandes, otros más pequeños, de acuerdo, pero todos reconocibles al fin y al
cabo. Es cierto que los humanos tienen que andar a ras de suelo, soportando el
peso de sus cuerpos sobre sus maltrechos pies. Pero a cambio, ¡cómo disfrutan
de la lujuria húmeda de sus atributos! Y algo tendrá cuando si les das a elegir
entre la castidad y la condenación eterna provocada por un abuso de lubricidad,
la mayoría elige sin dudarlo albergar un alma lasciva en un cuerpo satisfecho.
No me extrañaría que el verdadero motivo por el que los ángeles caídos se
rebelaron contra Dios fuera por un secreto deseo de portar esos sexos enormes
que les brotaron cuando llegaron al Averno.
¡Ay! Estaría dispuesto
a dar mis alas a cambio de tener un sexo señoreando en mi entrepierna.
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